fotos de la llegada a la luna
La Noticia llega al mundo
6 de mayo de 1937 _ En un día que quedará marcado en la historia de la aviación, el dirigible alemán Hindenburg ha sufrido una catástrofe en su intento de aterrizar en la base naval de Lakehurst, Nueva Jersey. A las 7:25 p.m., mientras descendía tras su travesía transatlántica desde Frankfurt, el Hindenburg, el orgullo de la aviación alemana, se envolvió en llamas y se desplomó frente a una multitud que esperaba su llegada.
El Hindenburg, de 245 metros de longitud, era uno de los mayores logros tecnológicos de su tiempo, alimentado por hidrógeno, un gas altamente inflamable, lo que lo hacía vulnerable. Aunque el motivo exacto de la explosión aún no se ha confirmado, los testigos presenciales hablan de una chispa en la parte trasera del dirigible justo antes de que se produjera la infernal bola de fuego.
De las 97 personas a bordo, 36 pasajeros y 61 tripulantes, al menos 36 han perdido la vida, incluyendo a una persona en tierra. Sin embargo, sorprendentemente, muchos lograron saltar de la aeronave en llamas y salvarse, una proeza que algunos consideran casi milagrosa dadas las circunstancias.
El impacto de este desastre resonará más allá del ámbito de la aviación. Las imágenes del Hindenburg en llamas, capturadas por cámaras de cine y por la radio en vivo, han conmocionado al mundo entero. La grabación del periodista Herbert Morrison, quien describió la escena entre gritos y sollozos, ya se ha convertido en un símbolo de esta tragedia.
Este evento plantea serias preguntas sobre la seguridad de los dirigibles, y probablemente marcará el fin de la era de los zepelines, que habían sido vistos como una prometedora alternativa a los aviones en la aviación comercial.
Caracteristicas Técnicas
Hola, soy el Hindenburg, el mayor y más avanzado dirigible jamás construido. Mi nombre completo es LZ 129 Hindenburg, y nací en Alemania, en 1936, bajo la atenta mirada de mis creadores, quienes querían hacer historia en el mundo de la aviación. Permíteme contarte un poco sobre mí:
Mido 245 metros de longitud, lo que me convierte en una de las máquinas voladoras más grandes jamás vistas. Mi cuerpo es tan largo que, si me estiras sobre el suelo, casi podrías colocarme junto a varios campos de fútbol. Estoy hecho principalmente de una estructura de aluminio cubierta con tela, y en mi interior llevo células llenas de hidrógeno, un gas que me da la capacidad de volar a grandes alturas, pero que también me hace un poco volátil.
Gracias a mis potentes motores Daimler-Benz, puedo alcanzar una velocidad de 135 km/h. Aunque no soy el más rápido comparado con los aviones modernos, en mi tiempo soy una verdadera maravilla. Mi velocidad y autonomía me permiten cruzar el océano Atlántico en solo unos pocos días, transportando hasta 70 pasajeros en un lujoso viaje entre Europa y América.
Por dentro, soy como un hotel en el cielo. Cuento con elegantes salones, camarotes cómodos y hasta un comedor donde se sirven cenas exquisitas. Mis pasajeros disfrutan de vistas panorámicas a través de las ventanas mientras navegamos suavemente sobre las nubes.
Mis tripulantes me manejan con habilidad desde mi góndola de mando, y mis pasajeros caminan por mis pasillos como si estuvieran en un barco de lujo. Todo es tranquilo y elegante mientras surco los cielos.
Pero, a pesar de mi grandeza y sofisticación, sé que también tengo un punto débil: el hidrógeno. Es extremadamente inflamable, y aunque hago todo lo posible por mantenerme seguro, sé que cualquier chispa podría ponerme en peligro.
Soy más que un simple medio de transporte. Soy una demostración de lo que la humanidad puede lograr cuando se atreve a soñar y a desafiar los límites del cielo. Mi misión es conectar continentes, unir culturas y llevar a las personas por los aires de una forma que nunca antes habían experimentado.
Soy el Hindenburg, el orgullo de la aviación, un gigante de los cielos que, aunque majestuoso, soy consciente de que mi grandeza también tiene sus riesgos.
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